sábado, junio 16, 2007

Reinado del Tata Inti

Los incas reinaban bajo cierta tradición, costumbre y nobleza. El poder pasó ininterrumpidamente de padres a hijos a partir de Manco Capac, primogénito hijo de una Coya o esposa legítima del monarca cuya condición la distinguía entre las numerosas concubinas.

El monarca era el rey supremo que tenia a cargo el estado, ejercía su poder teocrático por ser descendiente directo del Sol. Los jóvenes escogidos para suceder al Inca, eran encargados a un grupo de sabios o amautas desde pequeños a fin de instruirse en las artes del poder, la educación militar y el ceremonial religioso, el cual llegó a un alto grado de complejidad.

Las características del sucesor del inca tenían que superar a los dieciséis años, prueba atlética que incluía ejercicios, lucha, pugilato, carreras, ayuno riguroso y diferentes tipos de combate. Pruebas rigurosas que alcanzaban a treinta días, muchos no todos llegaban al final con vida, debido a las exigencias desmedidas que implicaban este proceso, al término el Inca los recibía para felicitarlos.

Luego seguía un extenso ritual que terminaba con festividades en la plaza principal de la ciudad, donde el seleccionado joven pasaba a formar parte de la administración convirtiéndolo en vice gobernante.

El soberano o Sapa Inca usaba varias insignias de poder dentro de las cuales estaba la mascaipacha, usabado como señal de coronación, esta corona se componia de plumas de un exótico pájaro, su traje debía distinguirlo y calzaba sandalias normalmente blancas.

Vida Inca

La vida de un inca era holgada y plena de comodidades, sin embargo debía cumplir múltiples obligaciones propias de su majestad. Entre las principales labores eran viajar permanentemente por todas las rutas incas. En otras palabras inspeccionar la construcción de palacios, obras públicas de importancia estratégica y militar. En épocas de guerra, llegaba a acompañado su ejército, la comitiva era enorme, descansaban en Tambos aprovisionadas y construidos sobre caminos.

El inca

Solía mostrarse sencillo al arribar a los pueblos, pero era muy distinguido en su vestimenta en detalles de oro, cuando permanecia en la ciudad. Jamás un nuevo Inca ocupaba el palacio de su antecesor, sino que se construía un nuevo palacio, donde pasaba a residir con toda su corte de concubinas, guardias y servidores.
El palacio del Inca que fallecía era cerrado con todos sus tesoros dentro. El nuevo monarca nada recibía en herencia, sino que él mismo debía procurarse todo lo que seria su imagen de dignidad real. Tampoco heredaba el personal de servicio, por que todos éstos eran normalmente inmolados, igual que sus concubinas sobre el sepulcro del fallecido Inca, llegando a ser en ciertas ocasiones, centanares de personas.