En octubre Lima guarda reflexión, fervor religioso, una historia que no terminó en el pasado sino que se estigma en el tiempo, año a año, un icono de fe, es el señor de los señor entre señores, el Señor de los Milagros. Lima camina descalza a paso lento por las calles, las procesiones y cofradías acompañan al milagroso Cristo morado.
Pero como todo sentimiento tiene su historia, la leyenda andina dice que la aparición del señor de los Milagros data del siglo XVI, momentos los que el pueblo peruano era azotado en lo más hondo de su alma, la transculturización, conducida bajo sacrificios infrahumanos, propios de la Inquisición.
Es ese tiempo, los negros esclavos traídos en embarcaciones españolas y los andinos capturados para realizar trabajo pesados, clamaban a su dios de Pachacamilla por sus padecimientos, al mismo tiempo sirvió de inspiración para que un negro Angola pinte por vez primera sobre un muro de adobe la imagen de un Cristo crucificado con vestimenta morada, al que rindieron culto en una cofradía de la localidad.
Era 1655, de un trece de novimbre, 14:45, cuando una marejada de viento envolvió la ciudad costerade, un terremoto destruyo Lima y Callao.
El sismo se extendió hasta Ica- Pachacamac derrumbando las viviendas, paredes del local de la cofradía, cayeron, la iglesia, y muchas victimas yacían, pero el débil muro de adobe seguía inmune a la agresión climatológica. Pero la pintura del Cristo morado, estaba intacta
La fe de los pobladores fue tal, que incluso los inquisidores quisieron asociarla al paganismo. Fragmentado el cristianismo, algunos católicos de la realeza, religiosos y españoles establecidos en Lima miraban con fervor, otros prefirieron mirar a la pintura del Cristo Morado con incredulidad y escepticismo. Algunas autoridades miraban a la pintura con incredulidad, aludiendo que era una crónica popular, una pintura de un negro de pachacamac, entonces se rehusaban a otorgarle un reconocimiento sacrosanto e incluso se pretendió prohibir su restauración por parte de algunas autoridades quienes aludieron fanatismo .
Es así como el 20 de octubre de 1687 se registró durante 15 minutos a las 4:45 a.m. otro violento terremoto que arrasó Lima junto al Callao, teniendo una réplica a las 6:30 a.m. derribando la ermita edificada en honor al Cristo morado, pero para sorpresa general la imagen del crucificado quedó en pie. Sin mayores dudas desde ese día el fervor acrecentó y se atribuye miles de milagros y se ordenó la confección de una copia al óleo y que por primera vez saliera en andas por las calles de Pachamamilla.
El 28 de octubre de 1746 se sucitó uno de los peores terremotos en la Ciudad, siendo virrey de la ciudad y Conde de Superunda, Don José Manso de Velasco fue así como también, cada año, en este día, sale el Señor de los Milagros en Procesión y se hace su día festivo central.
El virrey Manuel Amat y Juniet, aportaba anualmente desde el año de 1764 hasta 1776, 150 pesos de la época como limosna para la construcción del nuevo Templo de Nazarenas, llegando a duplicar su contribución en 1775 la limosna, además a pedido de la Perricholi quien era devota.
Desde esta época queda establecido que los 18, 19 y 28 de octubre de cada año las procesiones con centenares de gentes que a nivel mundial llegan hasta Lima para rendir culto y tributo al Señor de los temblores, al Señor de las calamidades, al Señor entre Señores, el Señor de los Milagros.